sábado, 20 de marzo de 2010

ENCUENTRO

Los ojos de su mujer le palpan el cuerpo con un esfuerzo continuo y él intenta que se queden fijos en los suyos, pues no desea otra cosa, pero no recuerda como suplicarlo. De alguna forma sabe que también le está tocando con sus manos aunque no puede sentirlas. Un cuchillo de viento frío sobrevuela tajante las crestas de la hierba genuflexa.

Es entonces cuando los planos del rostro de su mujer dejan de intersectarse, como si las líneas convergieran en un lugar remoto e invisible para él, muy por detrás de su cabeza. La idea de ella se hace confusa bajo sus párpados y quiere verla de cuerpo entero como si precisara datos sobre su forma y envergadura, algo que le permita traerla intacta a su mente.

¿Qué hace su moto tirada sobre la hierba y por qué ella se ha quitado el casco?

Intenta decir algo pero su boca no funciona y siente que se está secando para convertirse en un maniquí andrajoso embuchado en un mono de cuero de mil quinientos euros. Cuando el torrente metálico de la luz de las farolas empieza a diseñar series de gigantescos modelos geométricos, detalles descomunales de un desconocido paisaje abstracto, comprende que pronto tendrá un encuentro que durante toda su vida había postergado.